Todos nos enfrentamos durante nuestra vida a circunstancias que nos han hecho sentir vulnerables, atemorizados, amenazados, es decir momentos difíciles y problemáticos que no sabemos como afrontar.
Estas situaciones pueden ser experimentadas dentro del ámbito familiar, como por ejemplo muerte de un ser querido, divorcio, pérdida del trabajo, mudanzas, repatriación familiar, problemas de salud, como provenir del exterior, en este caso nos referimos a robos, accidentes de autos, situaciones de violencia callejera, droga, daños provocados por terremotos, inundaciones, guerras… la lista sería infinita ya que cada uno de nosotros tendrá la propia.
Ahora bien, ante todo esto, observamos dos tipos de reacciones. Personas que se agobian frente a una situación conflictiva o traumática sintiendo que se hallan sometidos permanentemente a intensos niveles de stress y un segundo grupo, que a pesar del dolor que sienten, pueden enfrentar mejor la experiencia, tienen mayor fortaleza ante la crisis, o sea, resisten y siguen adelante, pudiendo hacer un «ajuste saludable» ante el devenir de la vida.
Esta capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades, aprender de ellas, superarlas y ser transformados positivamente por estas se denomina «Resiliencia», actitud vital positiva que nos estimula a reparar los daños sufridos. Es importante saber que esto no es privilegio de unos pocos, no es una característica que la gente tiene o no tiene, sino que todos la podemos adquirir, ya que incluye conductas , pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona .
Lo primero que debemos hacer es identificar, «darse cuenta», cuál es el hecho que nos está provocando sufrimiento. Luego intentar tomar la distancia, tanto física como emocional, necesaria para poder observar la situación con la mayor objetividad posible, discriminar y reflexionar sobre lo que está pasando para que empiece a tener un sentido, y poder así, realizar una «reorganización afectiva» ( Cyrulnik, 2004 ).
Todo esto difícilmente puede realizarse en soledad, por lo tanto las relaciones de cariño y apoyo, las muestras de solidaridad, seguridad y amor, tanto dentro como fuera de la familia nos ayudará a recuperar la confianza en nosotros mismo como así también nuestra capacidad de afecto.
Esto nos dará la fortaleza para avanzar, proyectarnos y no quedarnos atrapados en lugares que no pueden traernos más que dolor. Nos permitirá ponernos metas realistas y realizar los pasos necesarios para alcanzarlas. Confiar en nuestras habilidades y capacidades, aprender a pensar que una crisis es también una oportunidad para replantearnos aquello que no estaba bien y cambiar.
Estaremos así desarrollando nuestra flexibilidad, cooperación, destreza comunicacional, es decir nuestro potencial para enfrentar, superar y crecer a partir de la adversidad, seremos entonces «personas resilientes». Como dice Boris Cyrulnik: «mientras no se haya puesto el punto final de la frase o de la vida, el sentido es susceptible de una constante reorganización.»
Creamos entonces que podemos y podremos.