Según B. Goldberg el adolescente es alguien que está en constante transformación, encontrándose sometido a permanentes cambios, tanto externos como internos, que redundan en todo lo que lo rodea. Esto trae aparejado, tanto para él como para los adultos que lo acompañan en este proceso, momentos de crisis que los obliga a buscar nuevas pautas de convivencia. Durante este tiempo se le impone al adolescente un cambio de rol frente al mundo externo, y el mundo externo se lo exige si él no lo asume. Esta exigencia del mundo exterior es vivida como una invasión a su personalidad, dándose así, una reacción afectiva, se refugia en su mundo interno y en sus pares. Esto le permitirá encontrar aspectos de su pasado para enfrentar después el futuro e ir desprendiéndose de su mundo infantil para ir insertase en un mundo adulto que desconoce, teme y ansía.
Por momentos, no sabe quién es ni quien será, se caracteriza por la ambivalencia a la hora de tomar decisiones, se ofende con facilidad, está en constante rebeldía, juzga a sus padres y suele asegurar que nada les pasará a ellos. Pero, paralelamente a todo esto, existe un ser vulnerable y necesitado de contención, afecto y límites, que los adultos debemos poder reconocer.
Si bien hoy los códigos a compartir han cambiado: ritmo de vida vertiginosa, comunicación mediatizada, serio cuestionamiento del rol paterno, se nos exige, a los padres, un rápido acomodamiento. El punto de partida es: recordar que nosotros también fuimos adolescentes y generar así un espacio de encuentro para el diálogo compartiendo tanto los momentos difíciles como los satisfactorios que hacen a la vida cotidiana de todo hijo adolescente. Ya que es durante este proceso, movilizante y perturbador, donde el adolescente va a ir estableciendo su identidad, objetivo fundamental, que los adultos debemos aprender a acompañar, creando un entorno donde se acepte este movimiento generador de crecimiento.
Hay que tener en cuenta que aunque el adolescente parezca ser lo suficientemente grande como para reflexionar, el verdadero adulto es el papá, quien, con su proximidad y su amor incondicional ayudará a dar «las últimas pinceladas» del adulto que será.