Estaba escuchando el relato de un paciente quien me contaba una conversación que había mantenido con su novia, con la cual estaba en pareja hace seis años. Todo lo que relataba era una charla muy tranquila donde se decían lo que habían hecho en el día y cuanto se habían extrañado, hasta que mi paciente en forma sorpresiva le dice: “Me voy a vivir 3 años a España”. Me sorprendió la forma en que le comunicó su decisión, dado que, si bien lo veníamos trabajando en terapia, todavía no se lo había dicho a nadie de su entorno. Le pregunté: ¿cómo reaccionó? ¿Qué cara puso? El también se sorprendió ante mi pregunta y me contestó con la mayor naturalidad : ¡Cómo puedo saberlo, no estaba con ella, se lo mande por mensaje!
Podemos hipotetizar muchas razones por las cuales mi paciente comunicó de esa forma su decisión, sin embargo, su manera de hacerlo, me hizo pensar, en las nuevas formas que tenemos de comunicarnos y conectarnos, los unos con los otros, en las diferentes situaciones cotidianas.
Queda claro que la tecnología, nos esta enfrentando a un nuevo paradigma, y a cambios culturales que influyen definitivamente sobre nuestro día a día, trayéndonos beneficios incalculables, de todos modos, el relato de mi paciente me llevo a pensar en la otra cara de la moneda.
Si bien no existe una única manera de decir las cosas, lo cual dependerá de la singularidad de cada persona y la situación en que se encuentre, creo necesario tener en cuenta, el impacto que esto puede causar en la persona que en ese momento esta interactuando con uno.
Para ello, será necesario generar el espacio y el tiempo para reflexionar, sobre porque necesitamos mediatizar con la tecnología, lo que todavía es necesario expresar, mirándonos a los ojos, de tal forma de poder decir “aquello que duele” de una manera más intima y más afectuosa. Suscitando así, una conexión más amorosa, donde el cuidado de lo humano , este siempre presente y en primer plano.